El concepto de desarrollo sostenible es una frase muy utilizada en nuestro país, y es natural debido a la vocación de protección al ambiente que hemos desarrollado y posicionado a nivel internacional. Es por eso por lo que, aunque nuestro aporte de emisiones de efecto invernadero es insignificante, la promoción de políticas ambientales sigue siendo muy fuerte y eso está bien, porque la capacidad de maniobra que tienen los gobiernos es mínima y dependen de la conciencia ambiental de cada ciudadano.
Hoy es común oír hablar de una economía circular, la que propone como solución que los recursos que utilizamos de la naturaleza se puedan incorporar al sistema de industrialización donde los residuos sean reincorporados a otros procesos de forma que lo que finalmente se disponga como no reutilizable, sean los más básicos y fáciles de compostar o que no sean finalmente contaminantes. Su fundamento se reduce a reparar, reciclar, reutilizar y reconvertir productos o materias primas.
Pero en este círculo no sabemos, si vicioso o virtuoso, porque al final depende de la óptica de cada uno, surge la necesidad de la utilización de energía, sea esta eléctrica, calórica, eólica, automotriz, con fuentes de energía como la solar, la hidráulica, la química, la eléctrica, la eólica, la geotérmica, biomasa y por supuesto de hidrocarburos.
Costa Rica, en sus hábitos históricos de consumo estructura su matriz energética en un 65% uso de hidrocarburos, un 23% energía eléctrica y el restante 12% uso y consumo de biomasa. Es claro que el consumo de combustibles de origen fósil es la fuente de energía más consumida en Costa Rica y en el Mundo entero, donde se constituye como la primera fuente energética, seguida del carbón y la biomasa, en menos medida la producción eléctrica.
El cambio de la matriz energética no es tema de poca monta, requiere inversiones multimillonarias y procesos de negociación sumamente complicados cuando eso significa expropiaciones, afectaciones a zonas autónomas o administradas por consejos indígenas entre otros. Sin tomar en cuenta la paradoja existencial del cambio climático, que los expertos en este campo anuncian que donde hoy llueve, mañana ya no será así, donde hoy tenemos exuberante vegetación, en los próximos años existirán zonas áridas; entonces, como planear las inversiones ante tal incertidumbre, y como augurar cambios sustanciales ante tal rareza.
Es entonces que los pilares del desarrollo sostenible se convierten en una guía difusa, pero guía al fin, para que nuestro país no caiga en una crisis energética en primera instancia y ambiental como derivación del modelo de desarrollo que instauremos a futuro, es por eso por lo que nuestra visión para los próximos años debe fundamentarse en principios profesados por los países desarrollados en los ámbitos como:
- Seguridad energética: Promover y respetar la diversidad, incentivar la eficiencia, pero sobre todo la conciencia de los requerimientos energéticos donde todos los combustibles y fuentes energéticas deben convivir armoniosamente.
- Desarrollo económico: potenciar el crecimiento económico y levantar las economías como la nuestra sin restricción eliminando nuestra pobre visión del crecimiento energético.
- Conciencia medioambiental: El mundo entero ha centrado su preocupación por el cambio climático y ha buscado el desarrollo de estratégicas para combatirlo. Costa Rica está inmerso en esa tendencia de pensamiento y en sector distribución de combustibles igualmente, sin embargo, el uso de la energía depende del abanico de posibilidades, lo importante es sumarse a esas acciones bajo un criterio balanceado y sobre todo alcanzable.
- Trabajo conjunto y respeto a los demás: priorizar las acciones, focalizar objetivos y establecer metas, debe ser un trabajo país, no solo de agencias nacionales, oficinas o departamentos estatales, sino de todos los sectores, sociales, productivos, comunales, instituciones descentralizadas, municipalidades, empresas, incluso con la participación de los ciudadanos comunes. De lo contrario, cualquier estratégica está destinada al fracaso.
Para el año 2021, se estima una disminución en el consumo de productos en general y en materia de transportación se vislumbra poco cambio. Las posibilidades de cambio estructural en el consumo dependerán del poder adquisitivo y en esto la recuperación económica será lenta, lo que ralentizará cualquier proceso de cambio. Ya la economía mundial y claro está la nuestra venía en retroceso, pero; el efecto de la pandemia vino a replantear necesidades, así funciona el mundo y los cambios repentinos causan caos, la transformación energética debe ser programada y en adaptación a las posibilidades reales.