En nuestro país se discute y se analizan nuevas alternativas de índole ambiental en materia de movilidad. Entre esas opciones los vehículos eléctricos han surgido, sin embargo, el crecimiento es relativamente lento en comparación con los vehículos de combustión interna quienes mantienen un dominio en el mercado automotor.
Datos del Ministerio de Ambiente y Energía, de enero a abril del 2024, señalan que los vehículos eléctricos registrados alcanzaron el 10,20 % de ingresos, sobre todos los vehículos. Según la Cámara de Empresarios del Combustible, aunque existe un crecimiento, no ha tenido gran relevancia comparada con la flota vehicular del país. Por esta razón, se plantean interrogantes sobre los diversos factores que obstaculizan un mayor posicionamiento en el mercado de estos automotores.
De acuerdo con el Director Ejecutivo de la Cámara de Empresarios del Combustible José Miguel Masís, todo producto que ingresa al mercado, regularmente enfrenta situaciones que favorecen su preferencia y otras que lo relegan. “En esto hablamos de gustos y preferencias del consumidor, en ese sentido, hay compradores innovadores que gustan experimentar nuevos productos o tecnologías, generalmente influenciables por la novedad, pero en el mercado representan un porcentaje bajo de consumo, en este campo de la tecnología también están los seguidores, pero requieren buenas experiencias y confirmaciones de agrado de los innovadores, son menos impulsivos y requieren tiempo para tomar decisiones, la mayoría de consumidores se inclinan por riesgos y se sienten cómodos con las experiencias personales” Mencionó Masís.
En el tema eléctrico y sobre todo por la inversión a realizar, este proceso de adopción ha sido muy lento, y los porcentajes de participación, vistos a esta fecha, evidencia que las metas propuestas, están mucho más allá que el año 2030. Por otra parte, es mucho más probable la coexistencia de tecnologías, dada la disponibilidad de recursos energéticos para las próximas décadas.
Costo, uso y redención de la inversión.
Dentro de los principales dilemas que enfrentan los costarricenses al valorar adquirir un vehículo eléctrico inicialmente es su costo, ya que las estimaciones señalan que sus precios rondan entre los $34 000 y los $38 000, o hasta más inclusive. Se estima que el costo de producción de un vehículo eléctrico es entre un 25% y un 40% más alto que el de un vehículo de combustión interna equivalente, de acuerdo a especialistas en el tema.
Esta brecha de precios puede resultar prohibitiva para muchos compradores potenciales, especialmente en un país donde el poder adquisitivo puede ser limitado para algunos sectores de la población. Según Masís “El costo de los vehículos es determinante, pero lo es aún más, los beneficios del uso, por lo general, la relación de consumo de energía entre electricidad y combustibles, adquieren relevancia para usuarios que deben recorrer largas distancias o gran cantidad de kilómetros al mes o al año.”
Pese a que se señala una mejora, todavía existen preocupaciones sobre su capacidad para viajar largas distancias, especialmente en carreteras con pendientes pronunciadas o al utilizar el aire acondicionado. Los estudios sugieren un vehículo eléctrico en condiciones de carretera plana y sin usar el aire acondicionado puede tener una autonomía entre un 25% y un 35% menor que la de un vehículo de combustión interna.
“Si el recorrido es básico tras la vida útil del vehículo este, debió pagarse con el beneficio del mismo; si eso no sucede, el valor de rescate debe cubrir los costos restantes, algo que, al parecer en vehículos eléctricos, es muy bajo o inexistente. Es decir, nadie quiere un carro usado al que se debe reparar, pero que su componente mayor, las baterías, son extremadamente caras” indicó José Miguel Masís.
En resumen, aunque el crecimiento de los vehículos eléctricos en Costa Rica ha sido lento y pareciera que seguirá así, hasta que muchas de las deficiencias de su uso, sean solventadas. Existen oportunidades para su adopción en el futuro, sí, pero superar los desafíos relacionados con el costo, la autonomía y la infraestructura de carga son objetivos que, en este momento parecen muy lejos de la realidad nacional.